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De momento, sin respuestas ante el desafío económico del covid-19

Estamos a punto de finalizar la vigencia del estado de alarma, y con ello dejamos atrás los momentos más críticos de la crisis sanitaria que vivimos en marzo y abril. El mensaje que recibimos es que vamos “recuperando la normalidad” lo cual es una especie de ilusión óptica en el desierto porque a medida que las calles vuelven a llenarse de gente, la mayoría de nuestros indicadores económicos reflejan caídas de dos dígitos con respecto a un periodo “normal”. La “nueva normalidad” no tiene nada de normal y es un cuadro económico muy negativo, cuya evolución es muy incierta por la dificultad de hacer previsiones sobre la duración del impacto del confinamiento y el efecto de las medidas económicas puestas en marcha.

Algunos dicen que “una vez atendida la crisis sanitaria, es necesario ahora atender la crisis económica”. Pienso que estos dos desafíos siguen estando sobre la mesa. En cuanto al primero, no existe una vacuna ni un antiviral contra el virus, los estudios de seroprevalencia dicen que estamos muy lejos de la inmunidad de grupo y se esperan rebrotes, especialmente en otoño. Se estima que un mes de confinamiento supone una caída del PIB de tres puntos. Por tanto, deberíamos estar trabajando y preparándonos para evitar que la solución, en caso de rebrote, vuelva a ser el confinamiento de toda la población. No tengo claro que se esté pensando en esto.

El segundo, la economía es un claro desafío en estos momentos y requiere de acción y medidas. Los desafíos son muchos: es necesario atender la situación y necesidades específicas de sectores como el turismo y la automoción, directamente afectados por la pandemia. Nos volvemos a situar a la cabeza en desempleo, y la crisis ha demostrado la existencia de una clara brecha digital a nivel de personas y empresas, y todo ello generará un incremento de la desigualdad.

El problema es que llegamos a esta situación con una mala posición de partida. A comienzos de año el nivel de deuda pública era prácticamente el 100% del PIB, lo cual limita ahora la capacidad de acción. Pero además, desde 2007 la inversión pública en España (en términos de PIB) ha decrecido más de un 40%, lo cual significa que en términos relativos, hemos dedicado menos al desarrollo de infraestructuras, equipamientos, digitalización o investigación, todas ellas fundamentales para el desarrollo económico.

España ha estado también por detrás de otros países en las medidas implementadas para hacer frente a la crisis y desde la puesta en marcha del plan de choque en marzo (que no resultó ser tal inyección) no ha habido medidas o planes encaminados a la reactivación económica, salvo el plan “de choque” para el sector de la automoción anunciado esta semana.

España no crecerá y recuperará la senda de crecimiento si no se reactiva la actividad empresarial, si no se recupera la inversión y se minimiza la destrucción de empleo. Ante esto, y salvo el mencionado plan, en los últimos meses desde el Gobierno no se ha oído hablar de un necesario plan de inversión, de reformas para fortalecer los fundamentales de nuestra economía, el impulso de factores de crecimiento como la digitalización, la investigación en el ámbito público y privado, o la educación y formación.

Todo lo contrario, se ha prestado más atención a la comunicación y la puesta en escena que al fondo y el contenido, marcado no en pocas ocasiones por contradicciones internas y rectificaciones. Además, el debate político ha entrado en una fase de crispación y confrontación, que no aporta nada y totalmente alejado de la realidad y las verdaderas necesidades de la sociedad civil.  

Van a ser necesarios muchos recursos públicos para afrontar esta crisis. De momento, la respuesta de la UE no está siendo la misma que en la pasada crisis financiera. Se ha respondido con mucha mayor celeridad y contundencia, especialmente el Banco Central Europeo a través de sus programas de compra de deuda, superior al billón de euros. La Unión Europea además está articulando medidas y fondos para los próximos años a través del Plan “Next Generation UE”, dando pasos hacia una mayor integración. Pero para acceder a dichos fondos la Comisión Europea estará atenta a las políticas y planes que pongan en marcha los estados miembro. La Unión Europea ha dejado claro cuál es su hoja de ruta y las líneas sobre las que va a apostar. Es necesario trabajar ya en planes de inversión ambiciosos que nos permita acceder a dichos recursos. No es momento de declaraciones contradictorias y propuestas más cargadas de ideología política que de coherencia, visión de largo plazo y análisis riguroso.

Tras el verano llegará el momento de comenzar a negociar los presupuestos y sabremos cuál es el talante, los objetivos y si de verdad se sientan las bases de la reactivación de nuestra economía. Todo un desafío.