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Arabia Saudí: riqueza no es lo mismo que competitividad

La caída del precio del petróleo supone una caída de los ingresos de los países productores. Teniendo en cuenta el pronóstico de que en 2017 podría entrar en bancarrota, el gobierno saudí ha puesto en marcha un plan para diversificar su economía según el cual para 2020, espera generar 100 billones de dólares en sectores no dependientes del petróleo.

La caída del precio del petróleo supone una caída de los ingresos de los países productores de petróleo, si bien, no afecta a todos por igual, ya que difieren en su tamaño, población, diversificación de sus economías o “precios del petróleo de equilibrio”. Un artículo reciente de Wharton, la escuela de negocios de la Universidad de Pensilvania, reflexionaba sobre el caso de Arabia Saudí y si funcionará la estrategia de diversificación de su economía que está poniendo en marcha para afrontar la caída de ingresos derivada del bajo precio del crudo.

De los países del Consejo de Cooperación del Golfo, Arabia Saudí es el país con mayor exposición a la caída del precio del petróleo ya que tiene el 15% de las reservas de petróleo mundiales y por encima del 80% tanto de sus exportaciones como de su presupuesto público depende del petróleo.

Y además, en un marco en el cual, como se recordaba en la jornada celebrada esta semana en la Cámara de Comercio de Navarra, Irán vuelve a ser un actor clave en la producción mundial de petróleo y a exportar crudo tras el reciente levantamiento de las restricciones y sanciones. Por ello, no parece que en el corto plazo vaya a haber escasez de oferta de petróleo y dada la ralentización del crecimiento económico mundial, no se espera que los precios suban significativamente y menos a los valores de hace dos años.

Por ello, y teniendo en cuenta el pronóstico de que en 2017 podría entrar en bancarrota, el gobierno saudí ha puesto en marcha un plan para diversificar su economía según el cual para 2020, espera generar 100 billones de dólares en sectores no dependientes del petróleo, como por ejemplo, el de la construcción, la digitalización o las telecomunicaciones.

Es una decisión estratégica a la que Arabia Saudí debería hacer frente tarde o temprano dado que las reservas de petróleo (por muy abundantes que sean hoy) tienen un horizonte temporal finito y por tanto, fecha de caducidad. El principal problema de la economía saudí y la gran paradoja es que tener una fuente de ingresos “asegurada” actúa como un arma de doble filo contra su economía. Genera enormes ingresos cuando el precio del petróleo es elevado pero por eso mismo, la economía saudí no ha tenido incentivos a prepararse para competir a nivel global y el sector público tiene un peso muy importante en la actividad económica del país. Muestra de ello son los subsidios a la energía (que se comienzan a retirar), el menor desarrollo del sector empresarial privado, la inexistencia de la imposición sobre la renta o su escasa orientación a la innovación.

De acuerdo al último índice competitividad elaborado por el Foro Económico Mundial, Arabia Saudí se sitúa en la posición 25 de 140 países. Es decir, ocupa una posición adelantada (España ocupa el lugar 33) en el ranking de países pero es clasificada como una economía “de transición” entre aquellas que basan su competitividad en factores de producción (como los recursos naturales) y las basadas en la eficiencia. Mientras las economías avanzadas se basan en factores de innovación, en el caso de Arabia Saudí el pilar de la innovación está lejos del nivel de las economías avanzadas.

Ello explica, quizá, que la tasa de desempleo sea alrededor del 11%, la juvenil del 30% y las mujeres tengan especial dificultad para acceder al mercado laboral (lo cual, por otra parte, no es de extrañar en un país donde no se les permite conducir). Pero además, sólo el 20% del empleo privado es saudí frente al 67% del sector público. Todo esto en un país con una de las poblaciones más jóvenes del mundo. Esto es un gran activo de cara al futuro, pero sólo si el país realiza las reformas necesarias para que esa masa de jóvenes pueda incorporarse al mercado laboral y aproveche las oportunidades que ofrecería un sector privado con mayor peso en la economía. Parte de este desarrollo implica el impulso de la industria manufacturera, lo cual no es fácil y sobre todo, no se hace de la noche a la mañana considerando que Arabia Saudí no es una economía industrializada y básicamente, no exporta otra cosa que no sea petróleo.

El gobierno saudí no es ajeno a estas dificultades y por ello ha puesto en marcha una política de estímulo de la formación y la creación de centros universitarios que le permita incrementar la preparación y perfil innovador de sus profesionales en el futuro. También está incentivando la atracción de inversión extranjera y existen desarrollos importantes ligados al sector petroquímico, todavía con mucho margen de mejora ligado al procesamiento del crudo y sus derivados.

Paralelo a estos, un reto realmente importante del cual depende el éxito de la transformación económica del reino saudí es cambiar los hábitos y formas de hacer de buena parte de la población, asentada en la complacencia que otorgan los ingresos generados por la exportación de crudo.

Arabia Saudí (y otras economías dependientes del petróleo) se enfrentan a un reto muy importante con implicaciones económicas, políticas y geoestratégicas no sólo en Oriente Medio sino a nivel mundial, porque sin duda el escenario energético mundial actual no es el de hace 30 años, y no será el mismo en las próximas décadas. 

 

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