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Aprender del apagón: reforzar la red para un futuro renovable y descarbonizado

Introducción

El apagón del pasado 28 de abril de 2025 nos recordó, de forma abrupta, la complejidad y vulnerabilidad de un sistema al que damos por sentado. Excepto en Baleares y Canarias, la península ibérica quedó sin suministro en torno a las 12:30 del mediodía, afectando a millones de hogares y a infraestructuras críticas como el transporte público y las comunicaciones móviles.

Lejos de buscar culpables, conviene extraer lecciones que fortalezcan nuestro modelo energético sin entrar en la actual controversia pública actual de búsqueda de responsables directos o indirectos. La única conclusión actual válida es que puede volver a pasar. Otros países han mostrado los riesgos de estrategias mal calibradas: Alemania, que antes de la guerra dependía en más de un 55 % de su gas de Rusia y se vio obligada a diversificar de urgencia tras los recortes de suministro; y Francia, que basa el 64,2 % de su mix eléctrico en la energía nuclear, lo que le aporta estabilidad, pero plantea retos de gestión de residuos y renovación de reactores.

En España, y desde Navarra en particular, iniciamos hace años el camino de las renovables. Dado el extraordinario avance mundial de este sector, podemos afirmar que vamos por la senda correcta, siempre con dos premisas: eficiencia y digitalización. Durante el apagón, nuestras renovables ya cubrían gran parte de la demanda eléctrica. Si queremos alcanzar un sistema con casi el 100 % de energía limpia, tenemos que actualizar las “reglas del juego” que mantienen la red estable. No basta con que los parques solares y eólicos tengan protecciones frente a picos de tensión o cortes momentáneos: es fundamental que estas instalaciones compitan y ayuden en todos los mercados de balance, ofreciendo sus servicios para ajustar generación y consumo en tiempo real. Países como Reino Unido o Australia ya han empezado a incluir a las renovables en estos mercados de estabilidad, dando un paso clave para integrar totalmente la energía verde.

El kilovatio más barato es el que no se consume

La primera frontera es la eficiencia energética. Reducir el consumo evita picos de demanda y aligera la carga sobre la red. Programas de rehabilitación de edificios, etiquetado energético de electrodomésticos y medidas de autoconsumo colectivo deben seguir siendo prioritarios. Pero, además, estas instalaciones tienen que ayudar a mantener la red estable y con buena calidad de servicio. Para conseguirlo, están surgiendo los “mercados de flexibilidad”: espacios donde los consumidores, pequeños y medianos productores pueden ofrecer sus capacidades para equilibrar la red. Es fundamental crear incentivos económicos que animen a la gente a participar activamente en estas redes de ajuste. Solo así podremos evitar inversiones desmesuradas en infraestructuras cuando nuestra economía avance hacia una electrificación total.

Digitalizar toda la red

Hemos comprobado cómo miles de datos fluyen desde la generación hasta el consumidor, pasando por transporte, distribución y comercializadoras. España cuenta con casi el 100 % de contadores inteligentes instalados y sistemas avanzados como el CECRE (Centro de Control de Energías Renovables). Sin embargo, para garantizar la integración masiva de renovables y la seguridad del suministro, Red Eléctrica Española y las distribuidoras deben aumentar la inversión en sensorización, analítica avanzada, comunicaciones de alta fiabilidad y nuevos requisitos de conexión a red.

Principales actuaciones

  1. Mejorar la conexión a la red de las renovables. Simplificando administrativamente la conexión, pero garantizando al mismo tiempo el funcionamiento de los sistemas síncronos que aseguran la estabilidad de frecuencia y tensión, a través de la evolución de los requisitos de conexión que permitan aportar estabilidad en momentos de baja generación intermitente. Abriendo todos los mercados de balance a la participación de los medios de generación renovables.
  2. Reforzar la red de transporte para gestionar los picos de generación de solar y eólica, evitando cuellos de botella y costosas restricciones técnicas.
  3. Impulsar el almacenamiento distribuido, con baterías que operen de forma sencilla y ágil en la red, equilibrando oferta y demanda y ofreciendo servicios de respaldo en situaciones críticas.
  4. Mejorar la interconexión con Europa, pues la reciente eliminación de dos proyectos de interconexión con Francia —inicialmente previstos para 2030— debilita nuestra capacidad de intercambio y amortiguación de incidentes transfronterizos.
  5. Fomentar la generación distribuida y su almacenamiento local, integrando pequeñas instalaciones fotovoltaicas o eólicas en edificios, polígonos y entornos rurales para mejorar la resiliencia de sistemas cercanos y aliviar la red de transporte.
  6. Promover la descarbonización de edificios e industrias, combinando autoconsumo, gestión energética avanzada y electrificación de procesos, imprescindible para reducir las emisiones de efecto invernadero y cumplir con los objetivos europeos de neutralidad climática.
  7. Promover la participación de la demanda en la estabilidad del sistema eléctrico, creando los mercados de locales de flexibilidad para mejorar el control de la calidad de servicio y reducir la inestabilidad de las redes de distribución.

Conclusión

El apagón fue un aviso contundente: no basta con producir renovables, hay que integrarlas y gestionarlas con eficacia. España debe seguir rigiéndose por la máxima de la eficiencia, aprovechar el impulso de la digitalización, impulsar la generación distribuida y acelerar la descarbonización de todos los sectores. Así, convertiremos aquel apagón en un impulso decisivo para un sistema energético más seguro, resiliente, verde y descarbonizado.
Autores

José Andrés Palacios Ferrer, Doctor Ingeniero Industrial Térmico, Director General de la Cámara Oficial de Industria, Comercio y Servicios de Navarra.

Manuel Rodríguez, Doctor Ingeniero Aeronáutico y Director de Energía de Alborán Corporate.