COVID-19 ¿Qué hemos aprendido de la crisis?
Artículo de nuestro Presidente, Javier Taberna en el Suplemento de Industria de Diario de Navarra, en el que da respuesta a la pregunta ¿Qué hemos aprendido de la crisis?
La principal lección que hemos aprendido en la crisis, es la necesidad de DIGITALIZAR nuestras empresas, para adaptarse a la competitividad del mercado global. Esto pasa por transformar nuestra sociedad en todos los ámbitos, pactando un modelo industrial nuevo, generador de empleo y adaptado a la necesidad de hacerlo de manera SOSTENIBLE, y encaminada a una TRANSFORMACIÓN ENERGÉTICA.
Hasta ahora habíamos visto la globalización desde el punto de vista de los beneficios que genera tanto a empresas como a consumidores, el lado bueno de la expansión del comercio mundial y la multilocalización internacional que experimentó el mundo desde los años noventa. La crisis del coronavirus nos ha demostrado que dicho proceso no está exento de riesgos, en concreto la gran dependencia que ha supuesto la concentración de proveedores de bienes esenciales en mercados remotos, particularmente en China.
En segundo lugar, la pandemia ha demostrado claramente los beneficios derivados de la COLABORACIÓN PÚBLICO-PRIVADA y la necesidad de establecer instrumentos y mecanismos estables de colaboración público-privada para afrontar, a través de proyectos estratégicos, los retos a los que nos enfrentamos y que ya han sido marcados en la agenda europea.
Resaltar finalmente de nuevo, que es urgente el desarrollo de la innovación, tecnología y la digitalización en nuestra sociedad. No sólo como fuente de competitividad, la digitalización está siendo un elemento clave para afrontar los efectos de la pandemia en múltiples facetas de nuestra vida cotidiana, desde la capacidad de rastreo y por tanto en la prevención ante la expansión del virus hasta la capacidad de acceder a la educación, garantizando la calidad de la enseñanza y su acceso de manera equitativa. Por ello, es fundamental dedicar los recursos necesarios a la inversión en innovación, digitalización, nuevas tecnologías (en las empresas y la administración) que, como la evidencia indica, han permitido una mejor adaptación, reacción y gestión ante la crisis de determinados países. Dicha inversión es además un claro factor de competitividad, fuente de crecimiento, necesario para financiar de manera suficiente nuestros servicios públicos básicos: sanidad y educación.
La crisis ha aflorado la existencia de déficits en estos dos ámbitos, y con ello evidencia claramente el efecto perverso del desequilibrio de nuestras cuentas públicas. La capilaridad de las CÁMARAS DE COMERCIO y su red cameral, que nos permite alcanzar al conjunto del tejido productivo y la colaboración público-privada que está en nuestro ADN nos sitúa como un instrumento básico para trabajar junto con el Gobierno, en la competitividad de nuestras empresas y acompañarles en su proceso de transformación digital, como ya hizo en el pasado en ámbitos como el emprendizaje o la internacionalización.